Por: Agustín Cruz Paulino
La incapacidad dirigencial –y el pésimo posicionamiento social de los dirigentes del Colegio Dominicano de Periodistas en la ciudad de Santo Domingo, ante las autoridades nacionales, el sector empresarial y el cuerpo diplomático acreditado en el país–, se ha convertido en una fuerte barrera para que el CDP se mantenga desde hace muchos años en un estancamiento, provocando dolores sentimentales en la membresía de nuestro gremio profesional.
Es penoso decirlo, pero es la realidad: Los dirigentes del Movimiento Marcelino Vega, que han dirigido el CDP durante décadas, se han adueñado de los puestos de mando sin darle oportunidades a otros individuos de sus entornos que lleven sangre y espíritu nuevo a lo interno de esta institución; de ahí el descalabro, descrédito institucional, informativo y profesional que sufre nuestra profesión a nivel nacional.
Al parecer nadie le ha dicho a los amigos Aurelio Henríquez, Olivo de León y Mercedes Castillo que hace tiempo les llegó el momento de echarse a un lado y permitir que otros, con nuevas visiones, dirijan el CDP.
¿Qué cosas nuevas pueden ofrecer esas tres personas para encaminar por los caminos que hoy día necesita nuestro gremio profesional, si se han pasado décadas dirigiéndolo, y por eso los periodistas ven a su entidad convertida como en un degradante y deteriorado edificio carcomido por las alimañas, sin dolientes que los ocupen para hacerlo operante?
No hay que escribir muchos párrafos para denunciar una realidad: «Aurelio, Olivo y Mercedes ya no deben seguir en los puestos de dirección de nuestro CDP».
Ellos saben que quien suscribe –desde que se fundó el CDP– siempre ha apoyado y votado por los candidatos del Marcelino Vega, sin formar parte de ese ni de ningún otro movimiento a lo interno de nuestra institución; pero ya está bueno, debemos cambiar de dirigentes.
A lo interno y externo del CDP se emiten juicios lesivos a la calidad humana de Aurelio Henríquez y Olivo de León (no tanto a Mercedes, porque ya está fuera de los organismos de dirección de nuestra entidad), tildándolos de individuos que se han “metido” al CDP para vivir de los beneficios (bajos salarios que cobran por sus labores dirigenciales, y el goce de influencia) que todavía les da la poca influencia que se puede obtener del gremio en decadencia. Es penoso y vergonzoso que se digan esas cosas de dos compañeros valiosos, pero que también han llegado a la decadencia dirigencial.
El CDP necesita sangre nueva. Los viejos dirigentes (Aurelio Henríquez, Olivo de León y Mercede Castillo) –si es que realmente les duele este gremio profesional–, deben comprender que el gremio no debe seguir con ellos rumbo al precipicio; deben ser humildes y comprender esta cruda y amarga realidad, de la cual ellos son los más responsables.
Para despejar dudas: Quien suscribe no es aspirante a ningún puesto electivo ni tiene candidatos a promover para el venidero proceso electoral del CDP; simplemente, me duelo las condiciones en que se nuestra nuestro gremio y nuestra profesión.