El comportamiento de la inflación, que ha ido cediendo, y la ralentización del crecimiento del PIB ofrecen un escenario más cómodo para revertir la política monetaria restrictiva

El control de la inflación es la razón de existir de los bancos centrales. Cuando esta variable macroeconómica salta por encima de las expectativas y proyecciones de las autoridades, poniendo en jaque (o en riesgo) la estabilidad de la economía, entran en juego las decisiones para llevarla al punto de equilibrio.

La economía dominicana, como las del resto del mundo, se vieron enfrentadas a presiones inflacionarias en un contexto de pandemia por el covid-19, los problemas logísticos en el transporte mundial y, durante el último año, por los efectos indefectibles de la invasión rusa en Ucrania. Nadie se ha escapado de sus efectos dañinos o perjudiciales.

Las autoridades monetarias, obligadas por las circunstancias, tuvieron que bajar la tasa de política monetaria para darle liquidez al mercado, a fin de evitar la quiebra de empresas, pérdida masiva de empleos y el colapso de los sectores productivos.

La expansión monetaria y la reapertura de la economía trajeron como consecuencia un aumento del consumo, provocando un alza generalizada de precios que obligó a los bancos centrales a retomar su política restrictiva para frenar la inflación.

El tema ahora es que tras una meta tan importante para los bancos centrales, como es la de ponerle un pare a la carestía de los artículos de consumo masivo, también tiene un efecto en el crecimiento. Ponerle freno al consumo afecta la meta de crecimiento.

Luego de un 2021 con un crecimiento 12.3%, que sirvió para recuperar el -6.7% de 2020, la economía comenzó un proceso de ralentización que se ha acentuado aún más durante 2022 y en lo que va de 2023. De hecho, la economía creció 4.9% el año pasado.

El índice mensual de actividad económica (IMAE), que publica el BC, establece que en enero de 2022 este indicador marcó un 7.8%, mientras que en febrero ya había bajado a 6.7% y 5.9% en marzo. En diciembre finalizó en 2.5%, lo que supone una caída de 5.3 puntos porcentuales respeto al primer mes del año.

Es este comportamiento de la economía lo que justamente comienza a preocupar, como es lógico, a las autoridades, partiendo del interés y la meta de alcanzar una expansión del PIB que sea suficiente para generar empleos de calidad y valor agregado a los sectores económicos.

En este contexto, hay dos señales que dejan “entrever” que las autoridades monetarias plantearán una posible reducción de las tasas de interés: reducción de la inflación interanual, que pasó de un máximo de 9.64% en abril 2022 a 5.90% en marzo de 2023 y, por en segundo lugar, está la pérdida de velocidad en el crecimiento económico.

En la reunión anual del FMI y al Banco Mundial en Washington, el gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, dijo que los modelos de pronósticos indican que la inflación convergería al rango meta de 4.0% ± 1.0% a mediados de este año, “lo que otorgaría los espacios para oportunamente comenzar a normalizar la postura monetaria y apoyar el crecimiento económico”.

Aunque afirmó que actualmente esa institución se encuentra concentrada en la lucha contra las altas presiones inflacionarias, a través de adopción de medidas monetarias oportunas, lo cierto es que la tasa de política monetaria (TPM) llega cinco meses sin variación, al tiempo de que el PIB ralentiza su expansión.

Proyección global

Según los pronósticos de base del Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento global caerá desde 3.4% en 2022 a 2.8% en 2023, antes de estabilizarse en 3.0% en 2024. La institución prevé que las economías avanzadas experimenten una desaceleración del crecimiento especialmente pronunciada, desde 2.7% en 2022 a 1.3% en 2023.

En un escenario alternativo razonable con mayor tensión en el sector financiero, estima que el crecimiento mundial disminuye hasta aproximadamente 2.5% en 2023, mientras que el crecimiento de las economías avanzadas cae por debajo de 1%. En el escenario base, el nivel general de inflación disminuye de 8.7% en 2022 a 7.0% en 2023 debido a los menores precios de las materias primas, aunque apunta que es probable que la inflación subyacente disminuya con más lentitud.

El FMI está pesimista respecto a alcanzar una reducción de precios acorde a los planes de las economías, pues estima que en la mayoría de los casos es poco probable que la inflación retorne al nivel fijado como meta antes de 2025.

Respecto a la economía local, que alcanzó un crecimiento de 12.3%, el Banco Central dominicano explica que este desempeño fue alcanzado a pesar de la desafiante coyuntura a nivel global, la cual se vio afectada durante 2022 por el impacto significativo de dos eventos sucesivos, siendo el primero los efectos rezagados de la pandemia del covid-19 y el segundo la invasión de Rusia a Ucrania.

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