En la República Dominicana, un país celebrado por su rica cultura y vibrante herencia, se perpetúa una tradición que desafía nuestra ética moderna: las peleas de gallos. Estas prácticas, arraigadas en algunas costumbres locales, no solo constituyen actos de crueldad y brutalidad, sino que también transgreden flagrantemente nuestra Ley de Protección Animal. Es fundamental que revisemos estas tradiciones y las ajustemos a los valores de empatía y justicia que aspiramos cultivar en nuestra sociedad.

Las peleas de gallos consisten en enfrentar a dos aves en un duelo hasta que una de ellas resulte gravemente herida o muera. Defendida por algunos como un elemento integral de la herencia cultural dominicana, esta «tradición» es en realidad un espectáculo de sufrimiento animal.

Las repercusiones de estas peleas son devastadoras para los gallos involucrados. Sufren daños físicos severos, estrés extremo y frecuentemente la muerte, únicamente para proporcionar entretenimiento a los espectadores. Este tipo de abuso es un claro reflejo de una falta de compasión y respeto por la vida animal.

La Ley de Protección Animal (Ley No. 248-12) en la República Dominicana prohíbe explícitamente el maltrato animal y la participación de animales en peleas. No obstante, la implementación de esta ley es a menudo laxa y en muchos casos completamente ignorada por las autoridades competentes.

Si bien es cierto que las tradiciones forman una parte valiosa de nuestra identidad cultural, estas deben evolucionar para reflejar las normas éticas y morales contemporáneas. Alrededor del mundo, numerosos países han logrado prohibir prácticas similares, respetando tanto las leyes como los principios de ética animal.

Las peleas de gallos son reliquias de una era menos consciente y no tienen cabida en una sociedad que progresa hacia la protección y el respeto de todos los seres vivos. Resulta imperativo que las autoridades mejoren la aplicación de la ley y que, como sociedad, renunciemos a cualquier forma de entretenimiento basada en el sufrimiento animal.

Exhorto a todos los ciudadanos a reflexionar sobre el impacto negativo de estas prácticas y a unirse en el apoyo a reformas legislativas que aseguren el bienestar animal. Además, es nuestro deber como sociedad promover alternativas culturales que celebren nuestra herencia de manera pacífica y respetuosa.

Este artículo pretende ser un llamado a la conciencia y al cambio, promoviendo un diálogo constructivo que respete las tradiciones mientras aboga por una evolución hacia prácticas más éticas y humanitarias.

LIC. ALEXIS ROSARIO, CDP, SNTP, SIP